Los bazares del puerto, formados por tres calles peatonales, se ganaron la reputación de zoco portuario en la posguerra. Gracias al contrabando y la picaresca, se vendían puros, medias de nylon, tabaco y otros lujos en tiempos de carencia. Más adelante fueron jeans, oro o material fotográfico.
Hoy con el contrabando ya pasado a la historía, los sucesores de aquellos vendedores, establecidos en prósperos comercios continúan presumiendo de tener los precios más baratos de toda la ciudad.
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